Me recibió con un afectuoso: "¡Sergio, qué bueno que estás acá! ¿Te colaste? Y en realidad,
una vez más,tenía razón
religiones. Allí me reencontré con el querido Bergoglio. En el marco imponente
de la Sala Clementina, el abrazo trascendió la formalidad del protocolar saludo
para ver en su sonrisa y gesto cercano a quien, investido como papa, era nuestro
Bergoglio de siempre.
Así, con los gestos que son tan suyos, es cálido, directo, íntimo. Con el humor de
quien no pierde la sonrisa ni la frescura aun desde esas alturas, recuperando en
cada uno la misma apertura, para finalizar pidiendo que sigamos rezando por él.
Me presenté tan solo para bendecir y agradecer este momento.
El gesto del abrazo corona un camino de quien es mi referencia, pero también
el compromiso renovado por el desafío que nos convoca. "Ahora que estoy
ante Francisco, vuelvo a abrazar a mi rabino Bergoglio", le dije. Me regaló
una sonrisa y, con su humor tan particular, me recibió con un afectuoso:
"¡Sergio, qué bueno que estás acá! ¿Te colaste?
Con el humor de quien no pierde la sonrisa ni la frescura aun desde esas alturas
Y en realidad, una vez más. tenía razón.
Sin entrar en los detalles, no había sido incluido en la delegación formal de
representantes de instituciones judías ante el Vaticano y, frente a la rigurosidad
infranqueable del protocolo vaticano, aun con la colaboración de los propios
dirigentes de la comunidad judía tanto argentina como internacional que estaban
presentes, no fue posible incluirme para la audiencia, hasta que, como era
previsible, fueron mis amigos sacerdotes y obispos como es el que caso
de monseñor Sanchez Sorondo, quienes hicieron llegar la voz para que
fuera el mismo papa Francisco quien instruyera a la Secretaría de Estado para
que me dieran el acceso, y celebrar en ese mínimo instante que fue eterno para
reencontrarnos y poder vernos.
Luego del abrazo de reencuentro, rezamos.
Nuestra milenaria tradición judía prescribe recitar una bendición cuando uno está
frente a un sabio y gran maestro de la humanidad. Así que con la alegría del
corazón y el alma exaltada en gratitud, recité en hebreo la bendición para concluir
juntos diciendo los dos como uno: Amén.
¡Qué emoción! ¡Qué energía! Un momento único que quedará por siempre en el
corazón y en el alma, un surco fértil de espacio-tiempo que dará su fruto en
la buena cosecha del porvenir.
Recité en hebreo la bendición para concluir juntos diciendo los dos como uno: Amén
El papa Francisco nos dejó un mensaje pleno de bondad y amor, uniendo las iglesias
cristianas, aun las ortodoxas orientales, que hacía un milenio no estaban
presentes en estas instancias. Dando señales inequívocas de unidad para la tarea
ecuménica en el cristianismo refirió a la dimensión interreligiosa dando un especial
lugar al vínculo judeocristiano
Sigo aún emocionado, mientras escribo estas últimas líneas. El abrazo a Francisco
renueva un pacto para esta nueva era, la bendición elevada en oración de un
nuevo tiempo donde seguimos guiados por el corazón generoso de nuestro
pastor y maestro, el papa Francisco que no es otro que el mismo Padre
Jorge, el tan querido y valorado Bergoglio.
Rabino Argentino Sergio Bergman
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